'Home', un tristísimo reflejo de la juventud europea condenada a la miseria emocional

Alienados de la Tierra que los adultos han construido para ellos, los jóvenes se arrastran por la rutina: en Home no hay disfrute, ni pasión.

Hay un tipo de cine que te agarra fuerte y te lleva a dos horas de evasión pura, y otro que busca tocar partes oxidadas de tu alma. Home va de esto último: desoladora, jodida y milenial, la cuarta película de la directora belga Fien Troch ya está disponible en evasión pura para vernos retratados en los ojos y labios de sus protagonistas. Kevin, John, Sammy y Lina: un combo de nombres que forman parte de un puzzle al que le faltan la mitad de las piezas.

Son cuatro personajes que dan vueltas por un mundo que no les entiende, sumidos en una miseria emocional que es la suya, sí, pero también la nuestra. Los protagonistas de Home viven en un mundo prestado, en una realidad que los adultos han construido para ellos, pero sin tenerles en cuenta. Arrastrados por la rutina: en Home no hay disfrute, ni pasión. El sexo es un trámite rápido, las drogas, un pasatiempo necesario, y el estudio, una condena a cadena perpetua.

Troch resume, con un estilo muy nórdico —frío, mínimo, sugerente—, cómo se envenenan las relaciones entre padres e hijos, entre alumnos y profesores, entre jefes y empleados. Sin piedad y sin miedo. Toda la historia arranca a partir de Kevin, un chaval que acaba de salir de un centro de menores -por un crimen que no se nos llega a explicar- y que arrastra violencia contenida, incomodidad escalofriante.

Por su situación familiar, Kevin tiene que alojarse con la familia de su primo, Sammy. A través de él, conocerá a Lina —con quien empezará una relación— y a John, de quien se hará muy cercano. El drama de este último personaje es de lo más interesante del film: se ve acosado por su madre, una maltratadora emocional con quien ha establecido una relación de sumisión tan tóxica como peligrosa.

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Home, el silencio de una Europa rica y hundida

La cámara de Troch no juzga. Todo lo muestra sin emitir juicios, sin moralejas ni reproches. Sin trípode, la directora pasea su mirada libremente por los rostros de unos jóvenes grises, atravesados por una crisis constante. La película plantea el dilema de la soledad, de cómo los chicos y chicas protagonistas no pueden comunicarse con las generaciones mayores, con las autoridades duras y secas.

La película juega con el aspecto visual: a veces simplemente graba la vida cotidiana y otras directamente nos pone en la cara la cámara de un iPhone. Todo ello enmarca un ambiente aburrido y opresivo: sótanos monótonos, habitaciones oscuras y casas lujosas que son, en realidad, jaulas doradas para gorriones sin ganas de volar. La desesperación latente, además, va envuelta por una banda sonora muy bien escogida, un colchón inquietante obra de Johnny Jewelconstruida a base de sintetizadores y voces etéreas.

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Al final, lo que pasa es que la película acaba, la pantalla queda muda y los protagonistas seguirán su vida. Y ahí nos quedamos nosotros, pensando en lo que hemos visto: en el drama suave de una película que, aunque no es lo típico que te pondrías para pasar la tarde, sí tiene mucha tela que cortar, si estás dispuesto a poner de tu parte. Eso es Home, un retrato de nuestra generación a través de ojos ajenos, un espejo que nos muestra esa parte triste de la vida que no nos gusta mirar.