Por qué una denuncia falsa no debería desacreditar el movimiento LGTBI

A pesar de la rabia con la que la ultraderecha ha aprovechado la denuncia falsa de Malasaña, la realidad es que el aumento de agresiones LGBTI es incontestable 

No, la denuncia falsa de Malasaña no borra el sufrimiento, el miedo ni el aumento de agresiones a gays, trans y lesbianas, ni las barbaridades y ataques de la ultraderecha. En primer lugar, porque el colectivo LGTBI no es una empresa o una fundación que tenga una comunicación corporativa y en la que todxs lxs miembrxs tengan que responder a una política común. Pero antes que nada vamos a explicar primero lo que ha pasado por si queda algún despistado y después nos ponemos con los argumentos.

Resulta que el lunes, como hicieron el resto de medios de comunicación, os contábamos que un joven gay había denunciado una brutal agresión homófoba en el barrio de Malasaña de Madrid: le habían cortado el labio y, con un cuchillo, seccionado la palabra “maricón” en el trasero.Tan solo un mes después del asesinato homófobo de Samuel Luiz en A Coruña y en medio de un aumento de las agresiones LGTBIfóbicas en España, la comunidad y la izquierda se indignaron ante un nuevo ataque en las redes y, en muchos casos, apuntaron al discurso de de odio de la extrema derecha como responsable del clima de agresiones contra el colectivo. 

Pues bien, ayer miércoles por la tarde medios como La Sexta o Eldiario.es informaban de que el joven se había retractado y le había dicho a la policía que se había inventado la denuncia, que el corte en las nalgas había sido consentido y fruto de una relación consentida. En seguida, claro está, la extrema derecha lo está utilizando para atacar a la izquierda y a la comunidad LGTBI+ por instrumentalizar la agresión. Pero, como decíamos, la comunidad LGTBIQ+ no es un club del que te hagas miembrx, con unas normas concretas que haya que cumplir. Hay mentirosos y gente sin ética como entre los heterosexuales o cualquier otro colectivo heterogéneo y diverso. Ni el gay que ha denunciado puede ser expulsado de serlo ni el resto de la comunidad puede decidir abandonar el colectivo porque alguien se ha comportado de manera inadecuada. Sería absurdo.

En segundo lugar, la credibilidad de los hechos no vino dada por la comunidad LGTBIQ+ ni por la izquierda, sino por los medios de comunicación y el Gobierno, que citando a la policía explicaron unos hechos insoportables y contrastados por una denuncia. En tercer lugar, la denuncia falsa no borra el aumento de agresiones homófobas que se viene dando en el país en lo que va de año. Las agresiones homófobas han aumentado un 23% desde 2016. Las denuncias por delitos de odio llegan a las 747, restándole la denuncia falsa de Malasaña. En los primeros meses del año ya eran 610 y esa cifra representa un 9,3% más que en el año 2019, pues el 2020 no es comparable en medio de las restricciones por la pandemia.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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No, la denuncia falsa no borra el asesinato de Samuel, ni la paliza a un joven trans en Valencia por utilizar el género neutro, ni los ataques en la playa de Barcelona, ni ninguno de los 747 delitos de odio que llevamos en lo que va de año.  La denuncia falsa, por último, tampoco borra las barbaridades que los partidos más conservadores e intolerantes ha ido dedicando a los gays, trans y lesbianas. Políticos que han querido mandar a la Casa de Campo para el Orgullo o han llegado a decir que “de recibir palizas” han pasado a imponer sus normas y también han aceptado las terapias de conversión que convierten a los LGTBIQ+ en enfermos que tienen que ser curados. Una denuncia falsa es una mentira intolerable y nos hace reflexionar sobre cómo nos precipitamos ante los hechos. Pero no borra el sufrimiento, el miedo ni el odio.