Un nutricionista te explica cómo evitar los productos ultraprocesados en un supermercado

Los ultraprocesados son una parte cada vez más importante de nuestras dietas. Un nutricionista te alerta de los peligros de abusar de estos productos.

No llegan a 20 minutos pero sus vídeos podrían cambiar tu forma de hacer la compra para siempre. Sin cortarse un pelo y armado únicamente con su teléfono móvil, el dietista y nutricionista, Carlos Ríos, se pasea por las estanterías de un Mercadona, un Día, un Lidl, un Aldi y un supermercado de El Corte Inglés. Uno a uno, y sin compasión, este influencer de la ‘comida real’ analiza en pocos segundos por qué deberíamos incluir algunos de sus productos en nuestro carrito mientras que otros deberían ir directamente al infierno para que sus calorías ardan para siempre.

“Lo único que hago es empoderar a las personas para que puedan hacer una buena elección a la hora de escoger los alimentos que van a consumir”, explica Carlos que, a través de su web Realfooding y su cuenta de Realfooding, ha declarado una guerra a los ultraprocesados. Algo que Ríos define como “preparaciones industriales comestibles elaboradas a partir de sustancias derivadas de otros alimentos” y que “realmente no tienen ningún alimento completo, sino largas listas de ingredientes”. 

El problema, comenta el nutricionista, es que en la actualidad estos productos ultraprocesados constituyen cerca del 80% de los comestibles que venden en los supermercados en detrimento del cada vez más menguante 20% de ‘comida real’, es decir, productos frescos o escasamente procesados, ‘buenos procesados’ los llama él. A consecuencia de esta tendencia, la compra de ultraprocesados ha aumentado en más del 50% en apenas diez años, en la actualidad la prevalencia del sobrepeso en España es del 40% y un 21,6% en 80% de los comestibles

“Los ultraprocesados están en todas partes: los mejores estantes de los supermercados, en el cine, en las escuelas y universidades, en los hospitales. Los consumimos a todas horas, son muy baratos, tienen buen sabor y muchos de ellos tienen incluso un componente social y cultural como las patatas fritas en las fiestas con amigos”, alerta Ríos que no duda en hablar de una auténtica ‘epidemia’ de estos productos en nuestra sociedad: “ni dieta mediterránea ni nada, dieta ultraprocesada”.

Volviendo a sus paseitos por los supermercados, sorprende ver como mientras algunos productos como los yogures naturales, guacamole, frutas, pan de fibra y sésamo se llevan excelentes críticas, otros en apariencia totalmente saludable como el sirope de ágave, el tabulé oriental, el muesli sin azúcares y hasta las barras de pan integral acaban con un suspenso. Todo por no hablar de su descarte total de las carnes procesadas, bollería industrial, sopas de bric y congelados varios que ni de coña pasan la ‘prueba de la etiqueta’.

Pero, antes de que te vuelvas loc@ mirando etiquetas en el super, el experto señala los 15 grupos de alimentos que pueden clasificarse casi automáticamente como ultraprocesados: “Refrescos, bebidas energéticas, patatas fritas, bollería, carnes procesadas, dulces y helados, cereales y lácteos azucarados, precocinados, pizzas y salsas comerciales, galletas, zumos envasados, pan blanco y productos dietéticos”. Sobre todo, hay que tener cuidado estos últimos ya que su procesado no es el más saludable y suelen ser más caros.

“Unas galletas de avena que se anuncien como buenas contra el colesterol, con pocos azúcares o grasas pueden inducir a error al consumidor. En realidad, habría que observar en la etiqueta el procesado que han seguido ya que probablemente lleven harinas o aceites vegetales refinados, edulcorantes, etc. Una serie de añadidos que las convierten en algo muy lejano al alimento real que serían los copos de avena”, argumenta Ríos que recomienda huir como de la peste de todos estos productos light y derivados.

 

“Todos los productos que vienen precedidos por la etiqueta alto en vitaminas, bajo en grasas, etc. son para desconfiar. La comida real o poco procesada no necesita de estos reclamos que son puro marketing”, insiste. Pero, ¿qué es lo que realmente hay que mirar en la etiqueta para saber si nos están colando un producto ultraprocesado? La respuesta del nutricionista es clara: “lo primero es no mirar en el valor nutricional sino en los ingredientes. Nada de sal, aditivos, harinas no integrales, aceites vegetales palma, girasol y soja y cero azúcares refinados y palabras acabadas en ‘-osa’”. 

Si todo esto te parece demasiado complicado de entender y no estás dispuesto/a a mirar cada uno de los ingredientes a la hora de hacer tu compra, Ríos tiene una solución todavía más simple. “Basta con mirar si lo que vas a comprar tiene más de cinco ingredientes y varios de ellos son los que comentaba. Es puro sentido común. Por ejemplo, el hummus del Mercadona tiene aceite vegetal pero no es tan malo como otros que tienen las harinas, azúcares, aceites y aditivos todo junto”, resume el dietista.

A pesar de que pueda parecer que Ríos ataque a Mercadona, Lidl o El Corte Inglés por sus productos, señala que algunos como la popular marca valenciana son de las que más apuestan por ofrecer alternativas a los productos ultraprocesados a pesar de que sean los que mayores beneficios dejan en el sector. Otro tanto ocurre con Lidl o Carrefour que han aumentado su oferta de productos bio y orgánicos. “Los supermercados no son unos malvados, simplemente son un negocio que vende lo que más se demanda. Si empezamos a demandar productos frescos y menos procesados todo cambiará”, matiza.

Pero, tenemos buenas noticias porque ni hay que esperar a un cambio de paradigma de la industria alimenticia ni que te toque la lotería. Comer saludable con un sueldo de milenial es posible y no significa pagar más o tener que irse a un supermercado especial. Según el experto, una buena planificación es la clave para comer bien y barato: “solamente eliminando los ultraprocesados de tu dieta ya notarás el ahorro. Tampoco hace falta comprar orgánicos supercaros, solo productos lo más frescos posibles. El único problema es que tendrás que invertir más tiempo en preparar tu comida”.

Así que, se puede comer más sano y, por tanto, mejorar nuestra calidad de vida, con algo tan simple como dedicarle un poco más de tu tiempo a cocinar alimentos frescos y observando mejor las etiquetas de los productos del supermercado. Como concluye Ríos, tomar conciencia de la importancia de nuestra alimentación podría ser el primer paso para lograr un cambio en la industria de la alimentación: “El lobby de los ultraprocesados es fuerte pero nosotros podemos ser el mayor de los lobbies si tomamos conciencia del problema y exigimos cambios”. Ya sabes, mirar la etiqueta podría ser el primer paso para cambiar muchas cosas y no solo tu peso. 

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