La brecha del agrado: cuando no sabes si le has caído bien o te odia

Si tienes una cita o si conoces a alguien por primera vez es normal que te hagas este tipo de preguntas, esto funciona así por la llamada brecha de agrado
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La verdad es que, cuando conoces a alguien, ya sea a modo de amistad o a modo de cita romántica, tu objetivo principal es caerle bien, ser de su agrado. A veces no es posible saber el resultado de esta incógnita hasta que el tiempo pasa y, por ello, cuando vuelves a casa tras un encuentro es normal que en tu cabeza aparezcan preguntas como, ¿le habré caído bien?, ¿le habré gustado? Esto no solo pasa en las relaciones personales sino también en las profesionales. ¿Conseguiré el trabajo?, ¿habré hecho bien la entrevista?, ¿le habrá gustado mi forma de expresarme? Si te ha pasado algo así no pienses que no es normal, esto tiene una explicación psicológica y se denomina la brecha del agrado.

La brecha del agrado recibe, también, otro nombre: liking gap. En inglés significa, en su descripción resumida y, digamos, oficial, cuánto creemos que le gustamos a otra persona y cuánto le gustamos de verdad. Esto está en su mayor parte sujeto a nuestra propia interpretación y lo que ocurre es que, por lo general, subestimamos a lxs demás. Es decir, siempre pensamos que le hemos caído peor o que nos ha ido peor de lo que realmente ha pasado. Una investigación publicada en Psychological Science explica que, ante todo, no deberíamos sentirnos ansiosos por poder responder a estas preguntas porque este apresuramiento hace que lleguemos a suposiciones negativas o incorrectas: “aunque en otras áreas de la vida muchas personas tienen una visión empedrada sobre sus propias habilidades, parece que tendemos a subestimar cómo nos enfrentamos al mundo socialmente”, explican.

Pero claro, ¿por qué tenemos esta tendencia? Es aquí donde entra la brecha del agrado, la cual existe por un sencillo motivo: que no podemos después de conocer a alguien ir a preguntarle qué tal le hemos caído, quedaría raro, ¿no? Es por ello que nos lanzamos a sacar nuestras propias conclusiones que, al final, están siempre basadas en suposiciones y todas estas respuestas pasan por un filtro que en la mayor parte de los casos es negativo y bastante crítico. La brecha del agrado nos empuja a pensar que el resto del planeta nos odia, incluso aunque recibamos señales positivas y frases halagadoras, porque estamos tan ocupadxs en medir lo que decimos y lo que hacemos para agradar que no somos capaces de ver al resto.

“Necesitamos esa pequeña voz autocrítica para evitar que nos enfademos y digamos cosas inapropiadas. Pero como demuestra la brecha del agrado, esa voz no es tan pequeña y tendemos a ser demasiado críticos con nosotrxs mismxs”, explican los psicólogos responsables de la investigación. Esto, por ejemplo, no le ocurre durante la infancia, los niños y las niñas no tienen interiorizada esta brecha y no hay nada que les impida preguntar si han caído bien o no, son extrovertidxs y se lanzan, por lo general, a hacer amigxs todo el rato. En cuanto empiezan a madurar y a crecer esto va apareciendo, es completamente un proceso natural. Y tú, ahora que ya sabes que existe esta brecha, párate a pensar y a observar las señales de las otras personas para no sacar conclusiones equivocadas.

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