4 personas nos cuentan cómo las supersticiones les condicionan la vida

Estas 4 personas conviven con el pensamiento mágico conscientes de que sus razonamientos no tienen ninguna base lógica, pero incapaces de dejar de repetir unos "rituales" que les calman
PxHere

El pensamiento mágico es una forma de razonar que se sostiene sobre hechos erróneos o no justificados de manera racional, y casi siempre tiene elementos sobrenaturales que le aportan un pizca de fantasía. Este tipo de pensamiento atribuye a un suceso concreto un efecto, por ejemplo, si utilizo este bolígrafo para el examen, apruebo. Las supersticiones y muchas creencias populares, incluidas algunas religiones, son el resultado directo del pensamiento mágico. Ninguno de los cuatro testimonios mileniales que leerás a continuación cree que sea algo malo, pero tampoco piensan que sea algo tan normal como para dar sus nombres completos o posar mostrando la cara. Es una paradoja, sus supersticiones son lo suficiente absurdas como para preservar el anonimato aunque, en realidad, muchas de ellas resultan compartidas y aceptadas por la sociedad. Quizás, hasta tú mismo eres supersticios@.

Teresa R.

Teresa es una de las personas más risueñas que me he cruzado en mucho tiempo. No es alguien de apariencia insegura, asustadiza o crédula, palabras que a priori asimilas con alguien muy supersticioso. Sus manías pasan por repetir la ropa que se puso un día en que todo le salió de maravilla, llevar las uñas pintadas de rojo cuando quiere que todo vaya bien, tocar madera para contrarrestar el efecto negativo de algo malo verbalizado en alto, poner cáctus en las ventanas, no abrir ni dejar que se abran paraguas en un espacio cerrado, un espejo dentro del monedero para multiplicar el dinero, no brindar bajo ningún concepto con agua... y un largo etcétera de manías de las que Teresa es consciente que no tienen ninguna base científica pero que le calman.

Además, afirma que las supersticiones son una manera de responder a la incertidumbre de aquellas cosas que no están bajo su control, en las que ella no puede decidir si salen bien o mal. El aferrarse a cualquiera de estas creencias populares le libera de la ansiedad del azar.

Iris S.

Iris odia el amarillo. Lo odia, lo teme, lo esquiva. Ella y quienes están a sus alrededor, que han debido aprender a protegerla de este color que la pone nerviosa. Se ríe, restándole importancia a una superstición que la limita más de lo que admite. Iris cuenta que ha evitado hablar con personas que eran interesantes para ella desde el punto de vista profesional, porque llevaban puesta una camiseta de color amarillo y cree con convencimiento, que ese color le trae mala suerte y después de permanecer un tiempo en torno a esa tonalidad, algo se tuerce.

Iris empieza la conversación ridiculizando el resto de supersticiones como esquivar un gato negro, no pasar por debajo de un andamio, temer la sal derramada...hasta que empieza a hablar de su relación con el amarillo y reconoce que se siente ridícula al escucharlo en alto.

Laura G.

¿Cuántas veces has visto a alguien con una pestaña en la cara y has corrido a decirle que tiene que pedir un deseo? Laura, siempre. Confía, de verdad, en que soplar una pestaña o desear con vehemencia el día de tu cumpleaños, trae cosas positivas. Además, sostiene con total seriedad que sentir picor en la palma de la mano significa que está al caer un golpe de suerte económico o que si te pones sin darte cuenta una prenda del revés recibirás un regalo. Reconoce que no siempre —por no confesar que nunca— sucede, pero según ella no es instantáneo, aunque termina llegando.

Jerónimo C.

Jerónimo es Virgo. Te pregunta cuál es tu horóscopo en los 10 primeros minutos de conversación y como respondas Géminis, Sagitario o Piscis no va a perder el tiempo conociéndote porque un día le dijeron que eran incompatibles. Vive en la contradicción de saber que es un pensamiento exagerado y sin fundamento, pero con la necesidad de evitar a las personas con las que su signo del zodiaco le dice que no tendrá conexión. También recoge cada moneda que se encuentra por el suelo porque obviarla es rechazar la fortuna, y cree firmemente que encontrarse una carta de la baraja española por la calle tiene un significado concreto según el número y el palo que sea.

El pensamiento mágico se contagia

En principio ninguna de estas supersticiones cotidianas hacen daño, ni a sus dueños, ni a quienes conviven con ellos, pero para todos es un tema tabú cuando se plantean hacerlo público. No quieren soltar sus creencias porque les tranquilizan, pero son conscientes de que deberían desprenderse de ellas porque, aunque sea en momentos muy concretos, les han hecho esquivar a gente o situaciones que podrían haberles interesado de manera personal o profesional.

El pensamiento mágico es contagioso, por inercia o “por si acaso” la gente de alrededor acaba cayendo en la superstición. En el caso de Teresa R., su hermana pequeña se queja de haber asimilado supersticiones como empezar el año a pata coja con el pie derecho...pero no deja de hacerlo. En la familia de Laura G. nadie deja el bolso en el suelo imaginando los euros correr espantados. Los amigos de Jerónimo C. se han aprendido de memoria las compatibilidades de sus propios signos del zodiaco, e Iris S. reconoce que alguno de sus amigos recela del amarillo desde que la conocen.

Cada una de estas cuatro personas tiene su superstición favorita, esa que les acuna los nervios cuando necesitan certezas, pero además todas tienen algo en común: no saben con seguridad cuándo ni cómo empezó todo. En la mayoría de los casos, no solo los que aquí contamos, las personas supersticiosas tienen un día especialmente bueno y quiere repetir la rutina que les acompañó, o tuvieron un día malo y hacen todo lo contrario o evitan acciones que asimilan como imán de mala suerte. Y, a partir de ahí, una creencia improvisada se convierte en rutina.

¿Cómo limitan la la vida diaria las supersticiones?

"La clave para no confundir nuestros particulares rituales con la superstición está en la emoción que vaya vinculada a este gesto que repetimos", apunta la directora y psicóloga del Instituto Europeo de Pensamiento Positivo, Dafne Cataluña. El hecho es que las personas con las que he hablado son conscientes de que abandonar sus supersticiones les ponen nerviosos, les hacen sentir incómodos, y se enfrentan a las situaciones con el desasosiego de creer que no tendrán el mismo éxito que si hubiera cumplido con su "ritual". La psicóloga explica, además, que todo hábito positivo debe ser flexible, cuando el no realizarle te hace sentir mal, es que algo no funciona y no es sano.

Pero, ¿por qué lo hacemos?¿por qué la religión a mucha gente no le convence pero estas creencias sí? Al final es igual de esclavo, parte de una misma necesidad y si nos paramos a razonar, tienen el mismo poco sentido. Sin embargo, las supersticiones están arraigadas en el cerebro colectivo independientemente de si te consideras creyente, ateo, agnóstico. El ser humano necesita calmarse las incertidumbres como sea, y si llevar un talismán en el bolsillo o tener un índalo en la puerta de casa aporta la paz que necesitas...nadie, por muy ridículo que sepa que es, va a renunciar a esta droga de la sugestión.

La solución es, una vez más, pasa por trabajar la autoestima, la seguridad en las propias capacidades y la confianza plena por encima de cualquier superstición, religión, o gurú, en que todo saldrá bien. Y, si sale mal, no será por el gato negro que te acabes de cruzar. 

Preferencias de privacidad