La esclavitud infantil que se esconde tras las tabletas de chocolate que consumes

Para ellos, el chocolate no es sinónimo de dulce. Ni de recompensa. Tampoco de regalo. Ellos no ven bombones, cereales o tabletas de chocolate. 

Para ellos, el chocolate no es sinónimo de dulce. Ni de recompensa. Tampoco de regalo. Ellos no ven bombones, cereales o tabletas. Para ellos, el chocolate es amargura. Según Oxfam Intermon, cientos de miles de niños africanos son comprados a sus familias para trasladarles a plantaciones de cacao en Costa de Marfil y Ghana y convertirlos en esclavos del chocolate. Niños de entre 11 y 16 años que trabajan hasta 100 horas a la semana, a los que no se les paga, apenas se les alimenta y que reciben palizas si intentan escapar. De la escuela ni hablamos, por supuesto. Estos chavales jamás pisan un colegio y rara vez vuelven a ver a sus padres, confiados en que haberles vendido es la mejor decisión ya que estarán dándoles un futuro mejor del que ellos podrían proporcionarles.

Un informe de la Universidad Tulane de Nueva Orleans asegura que 1,4 millones de niños trabajan en la industria africana del cacao, de los que 1,1 lo hacen en condiciones similares a la esclavitud. ¿Conocen esta situación las grandes empresas chocolateras? De acuerdo con la investigación de Universidad Tulane de Nueva Orleans, un grupo estadounidense  fundado en 2011 para denunciar las injusticias sociales y empresariales, las 7 multinacionales más importantes del mundo entre las que se encuentran Nestlé, Kraft, Mars y Hershey serían conscientes de la situación aunque estarían mirando para otro lado.

Un asunto difícil de investigar, teniendo en cuenta la complejidad del sistema del comercio del cacao y el hermetismo de las empresas que lo dominan. Puede que el periodista danés Miki Mistrati sea el que más cerca haya estado jamás de responder a la pregunta “¿el chocolate que consumimos está producido por niños esclavos?”. Ese fue el interrogante con el que arrancó su documental Miki Mistrati en 2010, para el que habló con antiguos esclavos como Aly Diabate o Drissa. Este último aseguraba, con total crudeza, que la gente disfruta con el dulce que a él le amargó la vida.

Entonces, ¿qué papel podemos jugar los consumidores? La abolición de la esclavitud infantil y la mejora de sus condiciones de vida está también, aunque sea en una medida pequeña, en nuestras manos. Por un lado, debemos decantarnos por los productos de chocolate de Comercio Justo. Estos tratan de velar que los medios de producción son los adecuados. Por otro la plataforma internacional Food Empowerment Project, que promueve un consumo responsable de alimentos, recomienda no comprar ningún chocolate producido en África occidental, para así presionar a gobiernos y multinacionales para que erradiquen los sistemas abusivos y esclavistas.

Sin duda, una lucha desigual y difícil de librar, pero en la que todos podemos tomar parte.

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