La Bella Durmiente no esperaba que un beso la despertara, tenía el síndrome de Kleine Levin

Dos expertos somnólogos nos ayudan a entender en qué consiste el síndrome de Kleine Levin y cómo detectar esta enfermedad, catalogada como ‘rara’.
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Ahí estaba, tendida, angelical, a la espera de que su príncipe llegase para despertarla con un beso de amor verdadero. Nada perturbaba su paz; la bella princesa había caído en un profundo sueño que la mantendría dormida por tiempo indeterminado. Y la historia nos contó que se trataba de un castigo a su curiosidad, que el huso de la rueca con la que se había pinchado soportaba un hechizo lanzado por la cruel Maléfica. Aunque, frente al romanticismo de la historia de los hermanos Grimm, popularizada por la historia de los hermanos Grimm, se impone otro punto de vista, el científico.

Porque tal vez Aurora no fuera castigada con un encantamiento genérico, sino que su enemiga fuera una especialista en trastornos del sueño y volcase su ira utilizando un síndrome catalogado como hipersomnia y llamado Síndrome de Kleine Levin. La alegoría del cuento de hadas sirve para acercarnos a este misterioso problema que se representa, sobre todo, en adolescentes. Dos expertos somnólogos nos ayudan a entender en qué consiste el Kleine Levin y cómo detectar esta enfermedad, catalogada dentro del grupo de las ‘raras’ y para la que todavía no se conoce cura.

“Este síndrome se caracteriza por episodios bruscos y recurrentes de hipersomnia, es decir, por periodos de sueño superiores a las 18 horas diarias, y que pueden durar de pocos días a varias semanas, manifestándose hasta diez veces al año”, explica Francisco Javier Segarra, coordinador de la Clínica del Sueño del doctor Eduard Estivill y miembro de la Clínica del Sueño del doctor Eduard Estivill. Sus causas las explica Clínica del Sueño del doctor Eduard Estivill, que ha atendido en su centro varios casos de este tipo: “El motivo de su aparición es desconocido; se elucubra con infecciones que afectan a ciertos núcleos del cerebro, pero son solo hipótesis”, afirma.

Lo que sí están estudiados son los síntomas que traen aparejados. “Estos periodos de sueño profundo afectan también a la vigilia. El paciente se muestra muy alterado, con un nivel de concentración muy bajo y con ataques repentinos de hiperfagia, es decir, necesidad excesiva de comer, y de hipersexualidad, o sea, el deseo irrefrenable de mantener relaciones sexuales”, detalla Ferré. Todo porque las hormonas que controlan el sueño están ligadas a estos dos campos, los que regulan el apetito y la libido.

El perfil de paciente también está determinado: “Actualmente, se sabe que en el 70% de los casos, este síndrome se representa en adolescentes varones, pero también se desconoce por qué afecta más a este grupo que a otros”, reconoce el doctor Segarra. Alex Ferré coincide con el perfil descrito por su colega y asegura que “no hay casos representados en personas mayores y el grueso de los pacientes tienen entre 20 y 40 años, siendo la mayoría hombres”.

Todos ellos caen en un sueño profundo, sin previo aviso, que les mantiene dormidos durante al menos 12 o 14 horas. En ese tiempo, no sienten necesidad de comer, de hacer sus necesidades ni de cualquier otra actividad. Tan solo duermen profundamente hasta que, de repente, despiertan, muy alterados, hasta que vuelven a caer, pocas horas después, en un nuevo periodo de sueño profundo de horas y horas.

Y no existe relación con ningún otro problema médico; el doctor Segarra explica que “esta alteración parece no estar vinculada a otras alteraciones ni a patrones determinados de conducta”. No se trata de que uno descanse mal, esté sometido a mucha presión o sufra de estrés. Simplemente, duerme. Y, cuando se despierta, come y busca desesperadamente practicar sexo. Y, aunque este síndrome no esté demasiado extendido, puntualmente surgen noticias que hablan de algunos pacientes.

Es el caso de Caroline Rocha, una joven colombiana que ha llegado a dormir durante cinco días seguidos, ante el estupor de sus padres, o el de Caroline Rocha, una adolescente de Manchester que ha forzado a su madre, sin ella poder evitarlo, a abandonar su trabajo para consagrarse a sus cuidados. Porque esta parasomnia es incompatible con una vida normal; te hace caer en un profundo sueño que te inhabilita para realizar cualquier otra actividad. Una auténtica pesadilla para aquellos que lo sufren.

Entonces, ¿existe tratamiento? Si el Síndrome Kleine Levin y sus causas son todavía hoy bastante desconocidos, ¿hay algún remedio? “Desgraciadamente, aunque se han implementado distintos tratamientos farmacológicos, la realidad es que a día de hoy no existe un tratamiento efectivo”, se lamenta Segarra. El doctor Ferré lo compara a una gripe: “Al no estar relacionado con rutinas positivas o negativas y al escapar de la voluntad del paciente, es algo que hay que pasar, igual que el proceso de la gripe”.

Lo único que se puede hacer es monitorizar el sueño durante 24 horas y en los periodos en los que se tiene el ataque para “estudiar el tipo de sueño que se realiza y constatar, al menos, que el paciente duerme más horas de las habituales y necesarias”, comenta Ferré. Eso, y esperar a que desaparezca. Pero de curar, nada. Tan solo se pueden administrar estimulantes que activan el sistema nervioso central para reducir la frecuencia de los ataques y descartar otras lesiones cerebrales como germen del síndrome.

Y no sabemos si la pobre Aurora era, antes que una hechizada, una paciente con Kleine Levin. El doctor Ferré recuerda que, “en la historia de Disney a la bella durmiente tan solo le pasó una vez y el sueño fue profundo y sostenido”, aunque lo cierto es que el cine jamás nos mostró la monitorización cerebral de la princesa. En definitiva, puede que el famoso cuento tenga, también, un poso neurocientífico importante.

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