Las mileniales aparcaron la maternidad y ahora se les está haciendo bola

La sociedad les hace elegir entre una maternidad feliz o una carrera exitosa

Las mujeres millennials no lo han tenido fácil: crecieron con el discurso social en la cabeza de que si estudiaban y se esforzaban lo suficiente se encontrarían con un futuro brillante y la crisis del 2008 les enseñó por las malas que no iba a ser así. El mundo que tenían que afrontar no era el mundo de sus padres. La carrera universitaria no garantizaba ya estabilidad económica. La vivienda ya no era asequible. Y muchas de ellas tomaron una decisión lógica: voy a intentar enderezar este barco hundido que me han legado y alcanzar la seguridad laboral y financiera antes de lanzarme a tener un bebé. Un acto responsable. Un esfuerzo extra. Un aparcar sus deseos. Y ahora se les está haciendo bola.

Así lo cuenta la periodista financiera Josie Cox en un reportaje para Business Insider. Al parecer, las mujeres millennials están siendo víctimas de una trampa de la que resulta muy difícil salir: “Al dispararse el coste de criar a un niño, cada vez son más las que creen que deben esperar a tener una vida profesional consolidada para formar una familia, pero el problema es que la carrera profesional empieza a despegar a los 30 años, el mismo momento en que muchas se sienten preparadas para tener hijos”. Y ahí se les junta todo. ¿Disfruto de mi maternidad tal como me merezco o sigo cuidando a tope mi carrera profesional para no perder el tren y verme en una situación vulnerable?

No, no es culpa de las millennials

Es una jodienda. Y en absoluto es culpa de las millennials. Al fin y al cabo, y como cuenta una madre a Cox, “me parecía irresponsable empezar siquiera a pensar en tener un bebé en un momento en el que estaba pasando gran parte de mi vida preocupándome por pagar el alquiler”. Es que no han tenido una salida sencilla a este dilema. Han tenido que tomar una decisión mientras varios muros, el de la precariedad, el de la falta de políticas de conciliación laboral, el del reloj biológico y la fertilidad y muchos otros más se iban cerrando sobre ellas. La natalidad no ha bajado entre las generaciones jóvenes por falta de instinto maternal. Esa es una trola derechista. Es cuestión de dinero.

Y lo más triste de todo es que muchas de estas mujeres estén experimentando una maternidad muy alejada de lo que querrían y deberían. El sacrificio de esperar no les está dando los frutos que le vendieron. Una vez más. El miedo a volverse irrelevante en el trabajo frente a gente sin hijxs que nunca paran les hace renunciar a las bajas por maternidad, a amamantar a sus bebés, a pasar más tiempo de calidad con ellos y, en definitiva, a salir corriendo de nuevo a un mundo laboral que no respeta demasiado a las madres trabajadoras. O, por el contrario, a renunciar a sus prometedoras carreras profesionales, las que tanto les costó levantar, para vivir una crianza digna.

Pero ojo con los juicios. Que una mujer elija la carrera profesional por encima de esa crianza no dice nada malo de su amor por su bebé. Todo lo contrario: garantizarle su futuro es su manera de expresar cariño y preocupación. Es una decisión muy personal. Muy dura. Muy fea. Y, en lugar de señalar a nadie, lo que tendríamos que hacer como sociedad es revisar qué estamos haciendo mal para que una mujer no tenga la posibilidad de disfrutar de una maternidad feliz sin que su carrera se vea comprometida. Un dato para terminar: las mujeres directivas tienen menos probabilidades de tener hijos. Eso lo dice todo. O hay conciliación o hay injusticia. No hay mucho más.

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