La Síndica de Greuges solicita bajar la mayoría de edad a los 16 años
Esther Giménez-Salinas, la Síndica de Greuges, una figura encargada de la defensa de los derechos de las personas, fue muy clara durante la presentación de un nuevo informe sobre la situación de la infancia en Cataluña del martes pasado: la mayoría de edad debería bajar de los 18 a los 16 años por dos grandes motivos. El primero de ellos es la gigantesca cantidad de incoherencias que se dan ahora en mismo en la vida de la gente menor de edad. Como, por ejemplo, que una persona de 14 años sea penalmente responsable pero no pueda asistir a un concierto sin el permiso de sus padres. Que alguien de 16 años pueda trabajar pero no votar en unas elecciones. Que pueda emanciparse pero no beber alcohol.
Es cuanto menos extraño. Como que algo no encaja. Y todo eso tiene que ver con el hecho de que la fijación de edad de la mayoría de casos está basada en un consenso un poco random. ¿Quién dice que está bien que puedas decidir dejar el instituto a los 16 años pero que está mal que elijas a un partido político para gestionar el país en el que vives? ¿Qué hace que a los 18 años de repente tengas todas las facultades mentales para tomar decisiones importantes que no tenías, supuestamente, un año antes? Está claro que en algún punto hay que trazar la línea, pero esa línea debe dejar las cosas a un lado y a otro de manera lógica. No pueden hacerte adulto para lo que les conviene y para lo demás no.
El otro gran motivo para empezar a hablar de la rebaja de la mayoría de edad es el adultocentrismo. Sí, la sociedad de los países desarrollados, y muy especialmente España, tienen un problema con la pirámide poblacional: cada vez hay más gente mayor a causa del aumento de la esperanza de vida y menos gente joven a causa de la caída de la natalidad. Y esto hace que los partidos políticos centren sus programas cada vez más en la gente sénior. Porque con ellos tienen más votos en juego. Esto hace que poco a poco las políticas públicas vayan olvidándose más y más de la gente joven. La que tiene que abrirse camino todavía. La que no tiene la vida montada. La que enfrenta un futuro incierto.
Como reza el informe del Síndic, “las políticas públicas no tienen en cuenta a menudo la perspectiva de edad ni las necesidades de este colectivo”, lo que se traduce en cifras muy preocupantes: el riesgo de pobreza es superior en niños y adolescentes que en adultos. Y, desde luego, el porvenir que encaran es mucho más complicado que el de sus padres. En este sentido, rebajar la mayoría de edad permitiría añadir a la fuerza política de la juventud a muchas más personas, hacer que las formaciones políticas mirasen más hacia ella y conseguir que se hagan cosas destinadas a su desarrollo vital. O hacemos esto o su frustración será explotada por las ideologías más populistas.