Cuando dibujar penes se convierte en desobediencia civil prosocial

Es una tendencia cada vez más extendida por España y Europa para hacer que los ayuntamientos arreglen los baches

El debate sobre la desobediencia civil llevaba dormido demasiado tiempo, síntoma de que la ciudadanía había estado un tanto en pausa durante los últimos años. Pero Gaza lo ha cambiado todo. La locura de lo que está pasando allí, y que no es un hecho aislado de la región, sino el síntoma de una ola facista que atraviesa el mundo de nuevo, llevó a la gente a parar la Vuelta a través de la desobediencia civil pacífica. Sí, se tiraron unas cuantas vallas, pero eso ni es violencia ni es nada. Y, aunque la magnitud de lo que hay en juego sea muy distinta, la desobediencia civil está aflorando cada vez más en todos lados. Incluso a la hora de protestar por los baches en el suelo.

A priori, tú tienes una vía institucional a través de la cual reclamar un socavón en la acera o en la carretera para que haya acción política y se solucione: puedes enviar una reclamación al ayuntamiento de tu pueblo o de tu ciudad, o llamar, para que intentar que te hagan caso. La triste realidad es que pocas veces te lo hacen. Pasan los meses e incluso los años y el bache sigue ahí. En la acera por la que camina la gente. Incluidos lxs niñxs y la gente mayor. O en la carretera, donde la seguridad puede verse amenazada. Es ahí donde, según cuenta el periodista Héctor Farrés, está entrando en escena la desobediencia civil creativa. Una manera de llamar la atención por las malas.

“Un ejemplo reciente ocurrió en Málaga, cuando Ricky Navarro utilizó un spray para rodear un socavón con un pene rojo en un paso de cebra de Carranque”, apunta Farrés. Un socavón que llevaba ahí desde 1989. No es broma. Le pusieron una multa, pero al otro día el bache ya no estaba. Lo habían tapado. Ahora sí. Décadas después. Simplemente porque una caricatura de un pene estaba ahí. Y no es la primera vez que pasa: la gente está implementando la estrategia en muchos otros puntos de España y de Europa. Se han dado cuenta que a las autoridades les molesta más una polla pintada que el peligro que representa un socavón en la acera o en el asfalto. Triste y cierto.

Porque, dice este periodista, basándose en los datos de la Fundación Mapfre, “dedicar 1.800 millones de euros a mejorar carreteras convencionales evitaría 300 muertes anuales y más de 800 heridos graves”. La pregunta, dirigida sobre todo a quienes demonizan cualquier atisbo de desobediencia civil, por inofensivo que sea, es si no merece la pena hacer cosas como estas si lo que obtienes es tan importante. Porque ser absolutamente respetuoso con un sistema con fallos es una sumisión con muchas consecuencias. Y no pasa nada si alguien no quiere derribar una valla o pintar un pene con spray. Pero que tampoco ponga zancadillas a quien se la juega haciéndolo.

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