Las únicas dos opciones por las que no quiere nada serio (contigo)
Que no quiere nada serio, dice. ¿Y esto qué es, entonces, a ver; una broma, un mal chiste? Esto es serio, claro que es serio. Quizá no tenga un nombre como el que a ti te gustaría. No se llama noviazgo ni relación ni esas cosas que a algunos les producen urticaria y ganas de salir corriendo, pero es algo y es serio. Y tanto que lo es.
A ti te está robando el alma, fíjate. Ya no sabes cómo interpretar las cosas y te estás volviendo loca. Tus amigas están hartas del tema. Él está harto del tema. Y hasta tú estás harta del tema. Pero es que hay tema, vaya si hay tema. Lleváis meses así. Y funciona. O al menos la mayoría del tiempo funciona.
Funciona cuando quedáis a cenar, funciona cuando veis series juntos, funciona en las escapadas de fin de semana, funciona en todas las noches frías y calurosas. Claro que funciona. Conoce a tus amigas, te ayuda a preparar tu fiesta de cumpleaños, a ti te hacen gracia sus bromas y él se parte con las tuyas. Entonces, ¿por qué, pero por qué, dice que no quiere nada serio?
Pues aquí dos posibilidades: o es un cabrón o es un cobarde. Elige. Es un cabrón si no quiere nada serio porque los ratos que no pasa contigo los emplea en otros tonteos, en otras escapadas y en otras sábanas. Y es un cabrón indomable si además te dice que no, que aquello con las otras sí que no es serio, que lo más serio que tiene, pese a que él no quiera nada serio, lo tiene contigo.
Lo dice además como haciéndote un favor. Y tú no sabes si sentirte desdichada o agradecida. Al menos es algo, piensas. Quizá solo necesita tiempo, tal vez en unas semanas o unos meses se dé cuenta de que quiere algo más. O no.
Lo más probable es que dentro de unas semanas o unos meses o unos años, te venga con que algo ha cambiado, que lo vuestro no es lo mismo, que todo se ha complicado demasiado. Pero un mes después te enterarás de que ahora sí tiene algo serio y lo llama relación y hasta cambia su estado de Facebook.
Y pese al vacío bajo tus pies probablemente sea mejor que sea un cabrón que un cobarde. Porque a los cabrones es más fácil odiarlos, acabar convenciéndote de que de buena te has librado. Los cobardes, sin embargo, te ponen la vida patas arriba y luego hacen como si nada dejándote la sensación más amarga posible.
El cobarde dice que no quiere nada serio porque no está preparado, porque quedó muy tocado de otra relación, porque él es complicado y no quiere complicarte a ti la vida, porque tú mereces algo mejor, más apasionado, más convencido de lo que tú vales y todo lo que mereces.
El cobarde tiene una capacidad innata para hacerte sentir culpable por querer más y también por querer menos. Porque cuando le dices que tú quieres saber a qué atenerte, que lo vuestro funciona, que podéis dar un paso más, él, cordero degollado, esgrime sus miserias, sus imperfecciones, su inadecuación para tu vida.
Pero cuando, por el contrario, lo que dices es que ya no puedes seguir así y que si no lo tiene claro lo mejor es dejarlo, suelta su retahíla de esto tenía que llegar, quizá sea lo mejor para ti aunque él prefiera seguir. Seguir contigo sin que puedas tenerlo, quiere decir. Seguir sin demostrar lo que a uno le importa el otro. Seguir porque sí. Seguir agazapado, callado, asustado, egoísta.
Pero tu vida es lo bastante seria para no permitir que la conviertan en una tomadura de pelo.