Cómo se encarga tu cuerpo de encontrarte la pareja sexual ideal sin que lo sepas

¿Qué te parecería si te dijera que eso que impide que mueras de un resfriado también se encarga de encontrarte a tu pareja ideal?
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¿Qué te parecería si te dijera que eso que impide que mueras de un resfriado también se encarga de encontrarte a tu pareja ideal? Pues es cierto: La clave está en tu sistema inmunológico. Así de claro. Y no lo digo yo, que podría, sino un grupo de investigadores de la Universidad de Dresde Alemania, que acaba de publicar sus conclusiones en la prestigiosa revista Nature. Así que las conexiones amorosas son, en realidad, pura cuestión científica.

El estudio sostiene que el organismo tiende a buscar otros cuerpos con un sistema inmunológico totalmente distinto al propio. O, al menos, lo más diferente posible. Está claro que el cuerpo no es perfecto y que, de vez en cuando, da algún tropiezo en forma de gripe indeseable. O sea, que, aunque esto sea una cuestión de química, tampoco somos seres infalibles, por lo que siempre se cuela alguna que otra bacteria. Pero, en general -y aunque a veces nosotros mismos queramos engañarnos-, nuestros leucocitos distinguen por nosotros lo que debe cazarse o dejar que corra libre.

El motivo de esta conexión inmunológica lo encontramos, según estos investigadores, en el instinto de supervivencia del ser humano. En realidad, tiene bastante lógica: si entremezclamos nuestros genes preparados para soportar determinadas enfermedades con otros más dispuestos a luchar contra otras, el vástago que nazca de esa unión estará más capacitado para aguantar un mayor número de ataques externos. Así que, en teoría, si nos pusiéramos a cruzarnos unos con otros con cierto criterio, seríamos capaces de crear un ser casi inmortal.

El responsable de identificar a la pareja perfecta -o, al menos, la físicamente compatibe-, es el antígeno leucocitario humano, una sustancia que pulula en la parte más superficial del cuerpo y en los glóbulos blancos, que son capaces de diferenciar lo propio de lo ajeno y organizar las defensas del organismo en caso de invasiones indeseadas.

Sí, te preguntarás cómo demonios identificamos a un sujeto que tiene un sistema inmunitario opuesto al nuestro. Tranquilo, no vamos a empezar a necesitar salir de fiesta con nuestra última analítica. Los investigadores alemanes han concluido que esta detección se hace "mediante un proceso similar al de aves y mamíferos, que prefieren compañeros con un código genético distinto al suyo, a los que identifican usando señales olfativas". Se ha comprobado que una parte de estos antígenos está presente en el sudor y la saliva, así que, básicamente, la clave está en las babas.

254 individuos sirvieron de conejillos de indias al estudio para determinar que, cuanta más diferencia había entre los susodichos antígenos leucocitarios humanos, mayor era el aumento del deseo sexual y la satisfacción  entre ellos. Algo así como "cuánto me ponen tus leucocitos". Todo muy en plan Black Mirror: déjame ver tus análisis para saber si somos una pareja compatible. Sin embargo, el estudio entiende que los humanos somos muy de tropezar varias veces con la misma piedra, por lo que tiene en cuenta esa capacidad tan habitual en algunos de "rebelarse y deseo sexual y la satisfacción ".

Simplificando todos estas sesudas investigaciones, va a ser verdad eso de que los polos opuestos se atraen. Solo que no hay que fijarse en el carácter ni en el físico ni en todas esas tonterías. El secreto está en el interior: en  el mismo centro de tu sistema inmunitario.

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