Uglycore dog o por qué nos hemos enamorado tanto de los perros feos
Hubo una época en la que los perros grandes y estilizados eran los reyes absolutos: el elegante pastor alemán, el golden retriever o el labrador estaban entre los más deseados en la mayoría de los países del mundo. Pero hoy las cosas ya han cambiado. No, no es casualidad que veas tantísimos bulldogs francés por las calles. Según los datos de The Wall Street Journal, de los que se hace eco la periodista Alba Otero, desde hace unos años es la raza más registrada en los Estados Unidos. Pero no es una moda de allí. Es global: estos perros, junto con los chihuahuas, los carlinos o los crestados chinos se han viralizado muchísimo. La pregunta es de dónde viene esta nueva obsesión.
Y hay varias respuestas. Para empezar, lo que necesitamos en una mascota ha ido cambiando bastante. Décadas atrás la gente buscaba perros similares a los lobos para que les protegieran el hogar. Hoy es al revés: la gente busca perros que sean muy vulnerables para satisfacer su necesidad de cuidar y proteger. Como le dice una psicóloga a la propia Otero, “asociamos ciertos rasgos -cojeras, falta de pelo, deformidades- con necesidad de protección y eso activa nuestro instinto prosocial más básico”. Cuanto más feo es el perro más ganas tienes de salvarlo del mundo. Sobre todo porque muchas de estas razas presentan una salud bastante delicada.
Pero no es solo eso. El componente psicológico está ahí, pero se ve fuertemente intensificado por las redes sociales. Es en sus entrañas donde no paras de ver chihuahuas con caras poco agraciadas o grifones de bruselas con cara de señor mayor muy enfadado. Y eso va creando una ideal en tu cabeza. Ocurre lo mismo que con la belleza humana: de tanto ver y ver el mismo tipo de belleza admirada terminas deseándola tú también. Es el clásico efecto llamada de Instagram y TikTok. Además, un perro extravagante también añade una capa de singularidad a tu personalidad digital y real. O eso es lo que piensa mucha gente. Que un perro feo le hace más especial de algún modo.
Hasta aquí todo bien. Que triunfe el uglycore canino no sería ningún problema si dicha fealdad no llevara asociada en un buen momento de casos una mayor tendencia a las enfermedades. Y esto lo sabe cualquiera que haya tenido bulldogs, carlinos o boston terriers. En palabras de Otero, “sufren problemas respiratorios severos, dificultades para regular la temperatura, enfermedades oculares y pliegues infectados”. Se pasan la vida en el veterinario. Y no tienen vidas muy largas que digamos. Quizá esa obsesión por lo feo y tierno nos haya conducido, vía selección genética, a convertir la vida de algunos perros en una especie de infierno. Y eso no tiene justificación ninguna.