Lipovetsky ya advirtió que consumir en busca de la felicidad acabaría arruinándote

El filósofo francés Gilles Lipovetsky cree que la felicidad se ha convertido en un bien de consumo más y tú un adicto a consumir
CN

Antes me pasaba bastante a menudo: me entraba el bajón y salía a comprar cualquier cosa por ahí. No necesariamente algo grande ni caro. A lo mejor un helado me cambiaba la tarde, o una camiseta barata. No lo necesitaba pero pensaba que tampoco me venía mal del todo. O a lo mejor le metía un giro algo más definido a mi vida: salir de fiesta en sitios más interesantes, ver alguna película en el cine o tatuarme cualquier cosa en el brazo. Es decir: pagar para que cambie algo.

¿Por qué hacemos esto? Es lo que se pregunta Gilles Lipovetsky cuando reflexiona sobre el enorme vacío de la sociedad posmoderna. El filósofo francés apuntaba en su libro La felicidad paradójica que la respuesta a tal pregunta es que la felicidad se ha convertido en un bien de consumo más. Incluso, es ya uno de los que más ventas generan en la actualidad, y puedes encontrar esta tendencia en todas partes.

Un anuncio de una marca de ropa, por ejemplo, ya no te vende directamente las camisetas hablando sobre lo bien hechas que puedan estar. Ahora tratan de meterte en ese mood que habla de un estilo de vida plagado de gente que está a gusto con su realidad. En el fondo es lógico que hagan esto porque nadie quiere sacar a tristonxs en los anuncios. Pero, al final, la idea que te lanzan es bastante clara: compra y serás feliz. Y evidentemente esto es imposible.

Comprar felicidad

Se podrían llenar estadios con todas las cosas que en teoría te ayudan a estar más feliz. Cinco piezas de fruta al día, ejercicio tres días a la semana, un poco de meditación o de yoga, paseos al atardecer, relaciones saludables, infusiones de cinco hierbas, viajar regularmente, escapadas al campo, dormir 9 horas al día del tirón, lo que sea. El camino hacia una vida plena y satisfactoria está mejor marcado que nunca, casi parece imposible perderse en él. Y, sin embargo, la gente a mi alrededor lucha con la ansiedad, la depresión y malas decisiones. ¿Por qué si ahora se habla más que nunca de la felicidad somos incapaces de alcanzarla?

Principalmente porque estamos en la sociedad del hiperconsumo. Hoy en día se compran cosas que directamente no necesitamos sencillamente porque el consumo estimula el consumo. Un ejemplo: si vas a la piscina no basta con apuntarte a una, necesitas un bañador, unas gafas, etc. Si vas de viaje, probablemente necesites un abrigo, calzado cómodo… Decorar tu cuarto no es algo que simplemente te implique una cama y un escritorio. Detalles, incienso, algún póster… Ir a por ropa cada nueva temporada… Es una rueda que no deja de girar en ningún momento. Aparentemente detrás de buena parte de esas cosas está una vida plena y feliz. Lo que pasa es que luego nunca llega a aparecer por ningún lado.

Asúmelo: la vida te va a decepcionar

¿Por qué estamos en la sociedad del hiperconsumo? Fácil, porque muchas de las cosas que te venden te hacen la vida mucho más cómoda. Cualquier malestar que tengas o padezcas puede solucionarse a cambio de una suma de dinero. El dolor de cabeza, el frío, problemas de estómago, un pelo demasiado fino, una piel áspera… todo tiene arreglo. Pero esta situación es, en realidad, artificial.

Y se corre otro riesgo: confundir el bienestar con la felicidad. Tú puedes tener confort, pero eso no cambia en nada tu vida. Puedes sentarte en el sofá más caro y cómodo del mundo a llorar por todas las cosas que no están yendo bien. Comprar no soluciona ningún problema real que tengas, solo lo tapa. Porque la vida, al final, decepciona. Inevitablemente.

¿Y qué es lo que pasa con la felicidad?

La paradoja de la felicidad es que, cuanto más se habla de la felicidad, más lejos de nosotros se encuentra. Buena parte de la sociedad actual se enfoca en ella, en ofrecértela en bandeja a cambio de unas cuantas compras. Te dicen que está ahí y que no resulta difícil de alcanzar. Pero luego, por algún motivo, nunca aparece. En teoría lo tenemos todo para ser más felices que nunca, pero si esto fuese realmente así, no se hablaría tanto de ansiedad o de salud mental como se hace hoy en día.

Al final, esa felicidad no solo es algo que no existe, también ejerce presión sobre todos nosotros hasta el punto de que casi se convierte en una obligación. O, mejor dicho, en una responsabilidad especialmente agobiante. No solo es algo que puedas o no elegir, es algo que tienes que conseguir, porque, ¿quién no querría estar feliz? Y si no lo consigues es que algo estarías haciendo mal.

Esa sería otra de las paradojas de la sociedad moderna. Te dicen que consigas ser feliz cuando, en realidad, es imposible serlo a base de consumir. Nada de lo que compres te va a dar esa sensación de bienestar, solo satisfacciones superficiales, muy limitadas en el tiempo y que prácticamente en nada van a cambiar tu vida. Sea lo que sea la felicidad, esta nunca va a consistir en tapar agujeros comprando cosas que realmente no necesitas.

Preferencias de privacidad