Las inhumanas cárceles flotantes de EEUU para cazar narcotraficantes en alta mar

Un estudio reciente publicado en Ecuador cuestiona la legalidad de las capturas en aguas internacionales
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"El mar solía significar libertad, pero en este barco es todo lo contrario. Es una cárcel en pleno océano", dijo hace unos años Jhonny Arcentales, un pescador de 40 años que salió al mar en 2017 diciéndole a su mujer que regresaría en cinco días y que dos meses después no había dado señales de vida. Jhonny, como muchos otros hombres de Ecuador, Perú, Colombia o Guatemala, terminó en un barco de la marina estadounidense, al que se subió también el periodista del New York Times que describió por primera vez los horrores de las prisiones flotantes que usan los estadounidenses para interceptar las lanchas que salen rumbo al norte cargadas de fardos de cocaína.

En las zonas rurales de los países productores de coca, salir en uno de esos barcos rápidos hacia Estados Unidos puede significar un ingreso de 10.000 dólares unos 8.000 euros que significa alimentar a tu familia durante más de un año, según explica la BBC en otro reportaje sobre estas cárceles. La alternativa es poca. Jhonny estuvo durante meses con un brazalete atado al tobillo, podía moverse por la cubierta del barco y mirar, durante horas, el mar. En el barco había otros 20 presos.

En el caso de José Carlos, un nombre falso de un preso entrevistado por la BBC, su misión era llevar la carga desde Ecuador hasta Centroamérica. A partir de allí, otra persona seguiría el camino hacia Estados Unidos, un país que se ha atribuido la potestad de actuar en aguas internacionales, según especifica la cadena británica. Luego son ellos quienes los juzgan en su país. A José Carlos, después de meses en alta mar le cayó una condena de 10 años. 

Este tipo de detenciones tienen una legalidad dudosa porque al tratarse de aguas internacionales ningún país tiene jurisprudencia para actuar allí de pleno derecho. Actualmente, una investigación independiente está intentando discernir hasta qué punto Estados Unidos tiene derecho a detener y juzgar individuos que transportan droga con intención de que los cargamentos lleguen a su territorio pero que nunca lo han llegado a pisar. "A la deriva: repercusiones del narcotráfico en el Pacífico ecuatoriano" estudia casos como el de Juan Carlos, y cuenta cómo los detenidos pasan por puertos de Guatemala o Panamá y hasta por Guantánamo la cárcel que Estados Unidos tiene en Cuba antes de llegar a juicio.

"La duración del encarcelamiento flotante no se sujeta a ningún principio que asegure alguna certidumbre en el tiempo. Con ello, no solo las reglas del debido proceso de Estados Unidos o de Ecuador son vulneradas, sino también los principios internacionales que exigen la entrega o disposición inmediata de los detenidos ante un juez", sostiene el texto citado por la BBC.

Los presos, mientras tanto, describen tratos inhumanos y mucho desconocimiento porque cuando son capturados no saben cuánto tiempo pasarán en el barco ni qué paradas harán. Esta realidad muestra otra faceta más de la cruel guerra de Estados Unidos contra el narcotráfico, que centra los esfuerzos por criminalizar a los países de origen en lugar de tratar de frenar el consumo dentro de sus propias fronteras.

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