Así fue la acampada feminista que desafió al patriarcado en Madrid

Establecieron durante dos meses y medio el primer punto morado permanente de toda España para asistir de urgencia a cualquier víctima de violencia de género
Acampada Feminista Sol

22 de junio de 2018. Los cinco miembros de La Manada abandonan sus celdas para regresar apaciblemente a sus casas tras serles concedida, contra todo pronóstico, la libertad provisional. Las principales calles de toda España hierven en protestas. También en Madrid, donde los gritos contra la justicia patriarcal recorren la ciudad hasta desembocar en la plaza de Puerta del Sol, rincón emblemático de resistencia. La manifestación va disolviéndose conforme pasan las horas, pero unas cuantas mujeres toman una decisión: ocupar la plaza para combatir el sistema machista. Acaba de nacer la libertad provisional.

Qué hace ahí esa acampada

Estaban ahí para protestar, sí, pero aquel grupo de mujeres hicieron muchísimo más durante los dos meses y medio que estuvieron allí acampadas. "Nos convertimos en punto morado para ofrecer asistencia a cualquier superviviente de agresión sexual, pero con dos grandes diferencias respecto a los puntos violetas que hay en festivales o grandes fiestas: que éramos autogestionadas y, muy importante, que funcionábamos de manera permanente, durante las 24 horas del día. Después de todo, la violencia no descansa ninguna hora ni ningún día de la semana", cuenta Anna, una de las portavoces de la acampada que insiste en no dar su nombre completo para no "personalizar el movimiento".

Pero es que la acción de estas mujeres sí merece reconocimiento. Entre otras cosas, la Acampada Feminista Sol también funcionó durante jornadas y jornadas como espacio de pedagogía sobre el feminismo. "Hicimos talleres de yoga, intercambio de libros o monólogos como el de Pamela Palenciano, donde muchas personas comprendieron por primera vez que habían sufrido relaciones abusivas. Queremos educar para que estas agresiones no ocurran. Y lo interesante de nuestra propuesta es que estábamos en Sol. El feminismo estaba ahí. No podías ignorarlo", explica la activista con orgullo.

Contra viento y marea

Quien haya pasado un verano en Madrid sabe lo infernal que puede ser el calor, especialmente en una plaza al descubierto como la de Puerta del Sol. "Era una situación límite en todos los sentidos. La gente pasaba cerca de la acampada e interactuaba con ella 15 segundos, pero la implicación que había detrás era enorme. Algunas compañeras iban a trabajar sin haber dormido porque habían estado haciendo turnos muy largos o por haber acompañado a una víctima a interponer una denuncia. Además no nos permitían tener sofás. Tanto física como psicológicamente ha sido muy duro", reconoce Anna que tuvo que soportar, además, como algunas personas no se esforzaban por entender lo que reclamaban.

 "Feminazi era el insulto más leve. Dolía muchísimo más cuando una señora, tras hacerte un turno de diez horas, soltaba toda su rabia sobre ti. O cuando te amenazaban. Al fin y al cabo estábamos en Sol, expuestas. Pero para mí personalmente lo peor fue cuando un chico se acercó y me dijo 'pues yo a mi hermana de 11 años le di una paliza'. Ante ese tipo de comentarios tienes que mantener las formas a pesar de no haber comido ni dormido nada", recuerda indignada.

Por suerte para todas ellas, los obstáculos y el rechazo de algunos quedaban minimizados frente a las recompensas: "Era muy satisfactorio porque teníamos el apoyo ciudadano en líneas generales. Era precioso ver cómo una mujer de 70 años que no conoces de nada venía y te daba un abrazo. O cómo unos padres traían a su hija para que viera nuestro trabajo y que ella dijese que también quería ser una luchadora. Esas experiencias interpersonales eran valiosísimas. Todo ese contacto humano en la calle era muy interesante". Pero entonces ocurrió algo que acabó con esta bonita y necesaria iniciativa feminista.

Desalojo exprés

"Habíamos solicitado con mucha antelación la renovación de los permisos para acampar ahí y, solo un día antes de que acabase el plazo, el ayuntamiento nos comunicó que reducía nuestro horario de acampada de 10 de la mañana a 10 de la noche. Montar y desmontar todo diariamente era inviable. Y, además, nuestro principal cometido era estar de noche en Sol porque es cuando la asistencia es más necesaria, cuando hay más violencia. Nos propusieron elegir otro sitio pero si ya era difícil que nos vieran en Sol, dada la pobre cobertura mediática, imagínate en otro lugar. Así que se disolvió la acampada y el punto morado permanente", cuenta Anna con tristeza.

Aquello ocurrió el pasado 31 de agosto, pero la Acampada Feminista Sol continúa como movimiento dando atención a las mujeres que les contactan porque, como apunta esta activista, "hemos comprobado que hace mucha falta ya que muchas mujeres son víctimas de maltrato y no se atreven a denunciarlo o tienen grabado ese discurso permisivo de 'me ha dado una bofetada porque estaba nervioso'". Aunque a pesar del trabajo que siguen realizando, la activista no esconde su frustración: "Hay mujeres que nos escriben diciéndonos 'acabo de pasar por Sol y no estáis', y eso a nivel personal duele muchísimo, no poder estar ahí".

Para asistir, para educar y, por encima de todo, para dar voz a todas las mujeres. Y cuando decimos 'todas' decimos TODAS: "Las invisibilizaciones dentro del feminismo son muy graves. Por eso la Acampada Feminista Sol está formada por mujeres trans, cis y personas no binarias. Porque no es una cuestión de representar. Es una cuestión de pasar el micrófono. Yo no quiero hablar por una mujer trans. Quiero que ella hable. ¿Qué sé yo como mujer cis acerca de su relato vital? Nada". Desde luego que escuchar sus historias nos acerca un poquito más hacia esa justicia social que el mundo necesita. La acampada acabó, pero quedará como un reflejo esperanzador de lo que, sí o sí, está por venir.

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