La Dictadura La Utilizó Como A Una Marioneta Hasta Que Consiguió Escapar Del País
En los Juegos Olímpicos de 1976 en Montreal, una niña de 14 consiguió por primera vez en la historia un calificación de 10. Nadia Comăneci asombraba al mundo. Ceaușescu, el dictador rumano, vio en ella la imagen que quería mostrar al mundo de su país.
¿Quién es Nadia Comăneci?
Nadia Comăneci creció en un pueblo en la zona de Los Cárpatos rumanos en un contexto complicado. Con 6 años fue descubierta por el entrenador Béla Károlyi en el colegio. Béla acababa de abrir una escuela de gimnasia en la zona, y allí fue donde Nadia empezó su carrera.
Era una niña modesta y tímida, pero muy luchadora. Disfrutaba con la gimnasia, era muy perfeccionista, y se exigía a sí misma más de lo que su entrenador pudiera pedirle. Quería ser la mejor.
En 1970, con nueve años, compitió en su primer torneo, los campeonatos nacionales. Quedó en el puesto número 13. De esa frustración nació la lucha dentro de ella, su constante lucha por superarse a diario. Su esfuerzo la llevaría a escribir su nombre en la historia del deporte.
El camino del éxito
Cuando viaja a Montreal para los Juegos del 76, Nadia descubre otro mundo muy diferente del de su Rumanía natal. Prueba por primera vez la pizza y la mantequilla de cacahuete. Es el futuro, la modernidad, frente a la miseria que conoce de su país por el estrangulamiento a la sociedad bajo la dictadura de Ceaușescu.
Las soviéticas eran las grandes favoritas en la competición de gimnasia, incluso para la propia Nadia, que iba a competir contra sus ídolos. Las chicas rusas tenían expresión de preocupación viendo a aquella niña de 14 años haciendo sus ejercicios de suelo. En su último turno, el ejercicio en barras asimétricas, Nadia puso a Rumanía en el mapa al conseguir el primer 10 de la historia, el ejercicio perfecto. A partir de aquí, su vida se llena de éxitos deportivos, medallas, fama y honores del gobierno.
Al servicio del Régimen
Pero detrás de esa fachada de triunfos había férreos entrenamientos 6 días por semana, una disciplina militar y una estricta dieta con la que se controlaba todo lo que comían las gimnastas. Nadia Comăneci era el tesoro nacional, la persona que había puesto a Rumanía al mismo nivel que Estados Unidos y la Unión Soviética.
La huida
Pasaron los años y, con algún triunfo más a su espalda, acabó su carrera como deportista profesional con 23 años y empezó a trabajar para el gobierno supervisando los entrenamientos de las gimnastas más jóvenes. La prensa internacional no se olvidaba de la gimnasta, y a Ceaușescu no le gustaba que la imagen de Nadia ensombreciese a la suya como líder del país. Ya no era necesaria como imagen de Rumanía, pero seguía teniendo prohibido viajar o tener relaciones.
Nadia Comăneci vivía presa en su país. En 1989 el comunismo empieza a abrirse en Europa. Ceaușescu convoca elecciones, y las gana como se ganan todas las elecciones en las dictaduras, pero no sabía que ese año iba a ser el último de su régimen y de su vida. Comăneci decide irse, pese al miedo. A todos aquellos rumanos que eran interceptados intentando huir del país les esperaba una vida entera en la cárcel o un disparo en la espalda. No todos llegaban sanos y salvos a la frontera de Hungría, tras horas caminando en la nieve y el hielo.
Nadia tuvo suerte. Desde 1989 vive en Estados Unidos, y no habla de su pasado. Ceaușescu fue ejecutado por un tribunal militar el 25 de diciembre de ese mismo año.