Cosas que solo pueden entender los que pasaban el verano en el pueblo

Según el Instituto Nacional de Estadística INE, el 61% de los pueblos de nuestro país tiene menos de 1.000 habitantes y, por tanto, está condenado a desaparecer. 
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Para muchos de nosotros el primer beso, la primera borrachera o el primer sopapo tuvieron un aire eminentemente rural y veraniego. Vamos, que todas esas cosas que nos pasaron por primera vez en nuestra infancia, y que nos dejaron marcados de por vida, pasaron en ese lugar abstracto e idealizado al que llamamos ‘mi pueblo’. Ese rincón privilegiado del mundo al que acudimos cada verano como buitres al olor de fiestas patronales y vino barato.

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Reconozcámoslo, cuando hablamos de nuestro pueblo nos surge desde lo más profundo un fervor patriótico y reivindicativo que nos impulsa a anunciar al mundo las grandezas de ese lugar pintoresco en el que sus habitantes hablan con acento, las abuelas nos preguntan de quién somos hijos y en el que nos ponemos ropa que JAMÁS usaríamos en la ciudad. Pero, por desgracia, tengo malas noticias para todos vosotros/as: ese orgullo terrenal que da sentido a nuestros veranos está a un pasito de extinguirse.

Según el Instituto Nacional de Estadística INE, el 61% de los pueblos de nuestro país tiene menos de 1.000 habitantes y, por tanto, está condenado a desaparecer. Vamos que 4.955 de vuestros pueblos no sobrevivirán al fenómeno de la despoblación en las próximas décadas. Como en Código Nuevo no podíamos permanecer impasibles ante tamaño drama hemos querido homenajear nuestros ‘pueblicos’ con una lista de los greatest hits de nuestros recuerdos veraniegos.

El primer día de verano: llegó ‘el forastero’

Quizás muchos no le dieran importancia, pero el primer día en el pueblo podría marcar el resto de tu existencia ese verano. Para empezar tenías que admitir que más allá de que tuvieras el título de “nieto de la Antonia” o similares siempre eras un forastero o directamente ‘el de la ciudad’. Por eso, nada más llegar era obligatorio presentarse a todo el mundo y recordar sus nombres, uno a uno.

Por suerte, en los pueblos la mayoría de la gente joven era de fuera y el primer día solía consistir, básicamente, en pasar por la casa de todos los colegas a preguntar por ellos. Nada de móviles o WhatsApp, a grito pelao. Eso sí era amistad de la buena.

El primer beso, la primera borrachera y la primera hostiaResultado de imagen de gif beso

Una curiosa trilogía que en el caso de los chicos solía ocurrir en una misma secuencia. Rebobinemos: en todos los pueblos del universo siempre hubo un chico/a que rompía corazones a cada paso. Por eso, porque liarte con ese ser idealizado era tu máxima aspiración veraniega, el alcohol y las fiestas del pueblo se convertían en el cóctel mágico que podía aliarse con tus deseos y acabar en el éxtasis o la más absoluta de las miserias.

Más allá de esa borrachera con el porrón de vino, calimocho o similares que acababa con cualquier atisbo de vergüenza ajena, lo que solía ocurrir, volviendo al caso de los chicos, era que los mozos del pueblo te soltasen algún sopapo por osar ligar con las chicas del lugar. A pesar de todo, a veces ocurría que aquella noche loca de verano podía acabar en tu primera historia de amor de verdad, del bueno.

La eterna novia/o del pueblo

Cada año te volvías a reencontrar con ese chico o chica que te molaba y con el que te liaste. La cosa es que cada año se repetía ese flirteo que, en el mejor de los casos, culminaba en algún rincón oscuro del pueblo a la luz de la luna y bajo las estrellas.

Es más, me atrevería a decir que quien no conoció el amor de verano en su pueblo no puede hablar de un verdadero amor.

El primer polvo, momento épico rural

Siguiendo con las trilogías, este punto podría considerarse la culminación de los dos anteriores y normalmente se asociaba al fenómeno de la novia/o del pueblo. Cuando ya habías cumplido los 15 o 16 años, sumido en plena adolescencia y con las hormonas por las nubes, sabías que el próximo verano podría ser el que arrancase el estigma de la virginidad de tu vida. "Este verano me toca", se repetía más que uno/a en los duros meses de invierno en la ciudad.

Nuevamente, las fiestas del pueblo y el porrón de vino venían en nuestro auxilio dibujando un panorama especialmente favorecedor para esa primera relación sexual en la que los nervios, el alcohol y la escasa habilidad para colocar el preservativo podía jugarnos una mala pasada por no hablar del lugar elegido. Sin duda, un momento entrañable que jamás se olvida.

 

Shit, todo lo bueno se acabaResultado de imagen de gif crying

Por estas cosas da tanta ‘penica’ cuando nos dicen que este maravilloso universo paralelo se está extinguiendo con tanta modernidad. Una extinción que ya está en marcha y que, sobre todo, se comerá la próxima generación arrancándoles ese poquito de la esencia ibérica, casposa y viejuna que nos hace sentir en casa. Pero, si al final no conseguimos reflotar la vida de nuestros pueblos ojo que con el precio de los alquileres igual resulta que de extinguirse nada, podremos estar orgullosos de que su recuerdo vivirá en nuestros corazones y en las batallitas que contaremos cuando seamos abuelos cebolletas. Por nuestra parte, solo nos queda lanzar este mensaje de apoyo incondicional a nuestros pueblos: Resistid pueblos del mundo.

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