Absolut Haring, la nueva botella que reivindica la autenticidad más rebelde
Keith Haring fue uno de los iconos del arte pop de la modernidad. Un artista surgido del Nueva York más callejero y subversivo. Un descendiente del graffiti más libre. Un muralista comprometido con las causas sociales. Un creador que convertía cualquier formato en un espacio de libertad. Sí, incluida una botella de vodka. En 1986, y por recomendación de su amigo Andy Warhol, Haring se convirtió en el segundo artista en reimaginar la icónica botella de Absolut. Un movimiento que encajaba perfectamente con las tres grandes claves de su obra.
Uno: la democratización del arte a través de una bebida super popular. Dos: la valentía estilística al reinterpretar la marca sin arrebatarle sus valores innegociables. Y tres: la rebeldía discursiva al promover con ello la cultura underground, la cultura de quienes quieren expresarse sin miedo. Y ahora, 39 años después, Absolut nos regala la primera botella inspirada en la de 1986. Un tributo al arte sin filtros ni cadenas. Un mensaje de optimismo. De empoderamiento. Una inspiración. Y un renacer de aquellos tres valores fundamentales de Haring.
1. Un arte para todxs
En primer lugar, la obra de Haring destacaba por su propuesta democrática. No, Haring no pintaba para una élite academicista. Ni siquiera para una élite cultural. Él lo hacía para la gente como tú. La que despierta de madrugada y se sube en un metro para ir a la universidad o a la oficina. La que se acuesta de madrugada tras una noche de fiesta. Para esa inmensa mayoría. Y las calles fueron testigos de ese arte público de Haring durante los años ochenta.
Desde sus famosas intervenciones con tiza blanca sobre los paneles publicitarios negros del metro de Nueva York, hasta los murales monumentales gratuitos que dio vida en hospitales y otros espacios públicos. Pasando por su pequeña tienda en el SoHo, desde la que vendía sus obras a precios asequibles. Keith Haring fue un hombre con un fuerte rechazo a lo institucional, a lo especulativo, al acceso limitado. La ciudad era su óleo. Porque la ciudad es de todxs, y no hay que pagar entrada para verla en ningún momento del día. Esa fue su mayor rebeldía.
2. Un lenguaje comprensible
El inconformismo de Haring también se hizo evidente en sus formas. Y ese es el segundo detalle clave de su obra: su valentía estilística. Puede que hoy en día sus obras se estudien en las academias, pero Haring siempre dijo NO al academicismo: prefería ese punto crudo y espontáneo al perfeccionismo y la tradición.
Eso lo puedes ver claramente en su Bebé Radiante, su Perro Ladrando o en cualquiera de los edificios que continúan luciendo sus murales. Y es algo que tenía todo el sentido del mundo: Haring era un artista de la gente y para llegar a la gente tenía que hablar su lenguaje, no el de las salas de exposiciones del alto standing artístico de la ciudad.
3. Un mensaje de protesta
Por último, los trabajos del artista estadounidense se basaban en una tercera clave: la rebeldía discursiva. Y es que para él no tenía sentido hablarle a la gente desde una marquesina del metro si no iba a contar algo que removiera conciencias. Sus obras en muros, lienzos, carteles, camisetas, esculturas y muchos otros formatos no tan explotados en la época, te hablaban de justicia social, de la defensa de los derechos LGBTQ+ y de la lucha contra el SIDA, una enfermedad que él mismo padecía y que le costaría la vida en febrero de 1990 con tan solo 31 años. Como él mismo dijo, “el arte es nada si no se dedica a la sociedad”.
En este sentido, con la Absolut Haring la marca hace mucho más que traer al presente un simple diseño artístico: es una revitalización del espíritu disruptivo y esperanzador de aquella década. Un espíritu que necesitamos hoy. Que no se puede perder en el tiempo. Porque sin ese impulso creativo no puede haber cambio social positivo. Es el arte el que imagina el futuro. El resto de fuerzas son las que lo hacen posible. En este sentido, esta edición limitada de Absolut, con su transformación de la pintura original en una experiencia 3D, con las figuras danzantes de Haring grabadas en el vidrio, con la firma del artista en film retráctil, es necesaria.