Así se ha hundido la universidad pública en los últimos 10 años

La crisis y los recortes han hecho que la universidad pública se haya convertido, en algunas comunidades autónomas, en un auténtico lujo. 

"¿Qué ha pasado con la universidad pública para que ahora la matrícula de un año pueda costar más de 2.000 euros si, cuando yo estudiaba, valía alrededor de 600?", fue más o menos la pregunta que hizo estallar mi cabeza de milenial que, probablemente como mucha gente, después de recoger el título de periodista en la Universidad Autónoma de Barcelona UAB en 2008 no volví a mirar atrás. Claro que todos hemos escuchado los draconianos recortes que hizo el exministro José Ignacio Wert –y los gobiernos autonómicos especialmente de Cataluña y Madrid– culpando a la crisis pero, antes de volver a mi antiguo campus, hablar con profesores, alumnos y analizar las cifras de los últimos 10 años, no pensaba que estudiar se había convertido en semejante lujo.

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Rango de precios de las universidades por comunidades autónomas. Fuente: Observatorio Sistema Universitario 2016/2017

Lo primero que hay que explicar es la inmensa diferencia en las tasas universitarias entre comunidades autónomas, que son las que tienen la competencia de la educación a todos los niveles. Mientras que Andalucía estudiar un grado te cuesta 757 euros, en Cataluña es una opción que solo te puedes permitir si a ti, o a tus padres, os sobran alrededor de 2.000 euros al año. O, concretamente, 2.287,12 euros que es, según el simulador de matrícula, lo que un alumno sin beca ha pagado por este curso en mi antigua Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UAB. Por eso mismo, porque me resulta surrealista, me he querido acercar hasta allí para ver si es que han tapizado las paredes en oro, o algo así que justifique que se haya triplicado el precio.

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Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UAB por dentro.

Sin embargo, después de la hora larga de trayecto desde la redacción de Código Nuevo hasta lo alto del campus de Bellaterra, constato que, al menos en apariencia, todo sigue igual aunque un cartel en uno de los ascensores dice más de lo que parece: "FUERA DE SERVICIO. Por criterios de ahorro energético". "Hay más alumnos por aula en las clases teóricas y, por recortar, han llegado incluso a recortar la calefacción en invierno", me cuenta en la mítica cafetería de la facultad Ezequiel Ramón, que estudió conmigo y ahora da clases como profesor asociado mientras termina su doctorado.

Su tutora es la veterana María Dolores Montero, que trabaja en la facultad desde hace varias décadas y, en la última, ha visto claramente la decadencia. "Nos han bajado el salario y nos han puesto más horas de clase. Hay una exigencia mucho más alta para trabajar en peores condiciones. Es muy difícil entender que cada vez se dediquen menos recursos", nos explica esta profesora de Teorías de la comunicación dándonos a entender que, en realidad, los alumnos están pagando más por menos. Pero vamos a hablar con las universidades y a averiguar cómo se ha llegado a esta situación.

La subida de tasas en 2012-2013

Es importante fijarse que no estamos analizando años al azar, sino los que han pasado desde que, en 2008, comenzara una de las mayores crisis económicas mundiales de la historia. Los jóvenes españoles hemos vivido en carne propia el empobrecimiento, la precariedad y los altísimos niveles de paro a los que la crisis, y la forma en la que la han gestionado nuestros políticos, nos ha llevado. Pero resulta que también se han cerrado las puertas que a muchos se nos habían abierto por el hecho de ir a la universidad pública.

El punto de inflexión fue cuando, después de varios recortes en educación, el impopular exministro del gobierno del Partido Popular, José Ignacio Wert, permitió en 2012 a las universidades públicas subir los precios de la matrícula hasta un 25% del valor de los estudios. A partir de aquí, cada comunidad autónoma podía elegir hasta qué punto subirlas para compensar el dinero que ya no llegaba desde el Estado por lo que Madrid y Cataluña lo hicieron al máximo. La justificación de esta última era que implementaba un sistema de becas propio que complementaba a las del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte MECD y que permitiría que solo pagaran el precio completo los alumnos de rentas más altas. Los demás recibirían becas por valor de, como máximo, el 50% de la matrícula.

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El bar de la facultad sigue siendo el punto neurálgico.

"Me gustaría ver a uno de esos alumnos con beca, porque no conozco a nadie. En mi casa somos dos hermanos sin ingresos y mi madre es ama de casa así que todos dependemos del sueldo de mi padre y he tenido que pagar el precio completo", explica la portavoz del Sindicat d'Estudiants, Coral Latorre, de 22 años, que está terminando el trabajo de final de grado. Pero ella no es la única que contesta con un "ya, claro" ante las becas de la Generalitat que, además, no son compensadas a las universidades. Es decir que, si yo tengo beca, el gobierno autonómico no le paga la otra parte de mi matrícula al centro, ese dinero simplemente no se ingresa.

"El último año la UAB tuvo que asumir 11 millones de euros en becas tanto de la Generalitat como del MECD", me cuenta la vicerrectora de Comunicación y Promoción, Virginia Luzón, en su despacho del rectorado en la otra punta del campus. Teniendo en cuenta que el presupuesto total de esta universidad en 2017 fue de 297 millones de euros, estaríamos hablando de un 3,7%. Pero algo que podemos observar analizando las cifras de los últimos 10 años, es cómo el porcentaje de los presupuestos procedente de las matrículas ha sido cada vez mayor. "Este equipo de gobierno se ha posicionado siempre en contra de estas tasas. Pedimos que se vuelva al sistema anterior en el que la subvención de la universidad no dependa de las tasas", remarca Luzón.

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Fuente: Código Nuevo

Cómo es la calidad de la enseñanza

Sin embargo, a pesar del espectacular aumento de la matricula, del descenso del presupuesto general, del recorte y congelación de los sueldos de los funcionarios, desde la UAB insisten en que la educación no ha sufrido las consecuencias. "Se ha mantenido la calidad universitaria durante estos años por el esfuerzo de los y las profesionales, tanto del personal docente como administrativo, pero eso no quiere decir que los recortes no nos hayan perjudicado: ha habido fuga de talento, presupuestos congelados en cuanto a contratación, etc.", dice la vicerrectora e insiste en que se ha hecho lo posible para que no afectara al alumnado.

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La vicerrectora Virginia Luzón en su despacho antes de comenzar la entrevista.

De manera que, como mucho, podríamos decir que en 2018 algunos estudiantes están pagando tres veces más por lo mismo que nos enseñaban hace 10 años. Pero es una afirmación difícil de contrastar directamente con los alumnos porque ninguno de ellos se ha pasado tanto tiempo en la universidad. "He estudiado Comunicación Audiovisual y he hecho algunas prácticas, pero no había opción a quedarme", nos cuenta un poco desesperanzada Coral Latorre. Esperemos que, después de haberse pasado la carrera luchando por los derechos de los universitarios, Coral no acabe desconectando también al darse de bruces con la precariedad laboral y dentro de 10 años tenga que mirar atrás y preguntarse ella también: ¿qué ha pasado con la universidad pública?