Carta a Álex Ubago: tío, ¿vas a ser feliz algún día?

Pensaba que lo habías logrado, que la chica que te “morías por conocer” por fin te había dado un cita aunque fuera por pena. Ilusa, creía que habías recobrado las ganas de vivir y que los músculos de tu cara habían aprendido de una vez a sonreír. Pero no. Me equivoqué. Después de cinco años sin tener noticias tuyas, has vuelto a sacar disco y si algo me has dejado claro es que no has cambiado: sigues siendo un masoca del amor.

Álex, si necesitas ayuda, pídela.

Ya sé que no eres como otros que pasan ra-pi-dito de la balada más moñas al reggaeton más lascivo pero nunca perdí la esperanza de verte mover las caderas aunque fuera bailando el Aurresku kalimotxo en mano.

A ver, que sí, que te han roto el corazón una y mil veces, te lo han escayolado y posteriormente arrojado al mar atado a un saco de piedras, pero ¿no crees que estar 17 años dándole perico al torno es un tanto excesivo? Me ha quedado más que claro que `cuando haces pop ya no hay stop´ pero no sé, open your mind. Esfuérzate por ser feliz.

Tal vez pienses que estoy exagerando y que tu infelicidad está controlada pero créeme Álex, no lo está y sino sigue leyendo. Tus canciones te delatan.

Una de tus primeras joyas. Una declaración de intenciones en toda regla. Clara y directa. “Me muero por suplicarte que no te vayas mi vida”. Que al parecer, no surgió efecto: ¿No pensaste que ir tan a saco desde el principio podría ser contraproducente? Esta bien expresar lo que sientes pero filtra un poco. Además, si se quiere ir que se vaya. ¿Quién eres tú para decirle dónde tiene que quedarse?

Aunque, a modo palmadita en la espalda, he de reconocer que en algunos versos la clavabas. Esa sutileza, ese dominio del lenguaje para decir según qué cosas me dejaron anonadada. “Y ver en tu rostro cada día crecer esa semilla” como sinónimo de “menudo volcán de pus te ha salido en toda la frente” o perlas como “Voy sintiendo el fuego en mi interior”, que viene a ser algo así como “estoy más caliente que el palo de un churrero”, quedarán por siempre en mi recuerdo.

“No tengo más motivos para darte que este miedo que me da el no volver a verte nunca más” Mal Álex, mal. A ver, no te pido un Lamborghini en la puerta acompañado de tus dos últimas nóminas pero ¿en serio tu autofobia es el único argumento que tienes para que te den una cita? Tío, cúrratelo un poco mas. Aunque bueno, viendo como sigue la canción casi mejor que no te hubieras venido tan arriba.

“Si ayer tuviste un día gris, tranquila, yo haré canciones para ver si así consigo hacerte sonreír.” Mmmmm. A ver como te lo explico.

He tenido un día de mierda en el curro, me ha tocado la cola lenta en el Mercadona y encima la declaración me ha salido a pagar, ¿tu crees que hacerme una canción que hace llorar hasta a las cebollas me va a animar? No es por ofender, pero no es que seas el alma de la fiesta y a no ser que me cantes la versión trap de La macarena disfrazado de Peter la Anguila, conmigo, chungo lo tendrías.

Con acojonantes versos como “Y dime si no es amor, mirar dulcemente al sol” empecé a preocuparme por ti casi tanto como por la integridad física de Manuel Bartual. Veía un Alex perdido, afectado, con la autoestima baja y poco amor por sus retinas. Las letras de tus canciones se transformaban en killer questions con una alta dosis de desesperación: “¿Dime que ves aquí? ¿Dime si no es amor? ¿Dime que piensas? ¿Que siente tu corazón?”.

Si, lo sé, necesitabas respuestas. O mejor dicho, un croquis con subtítulos y luces de neón que te dejara bien claro que no te ibas a comer una rosca, o al menos no con la destinataria de las canciones.

Pero tu no hacías caso. El refrán tenía razón: no hay más ciego que el que no quiere ver y tú ya tenías un pie en la ONCE. Todos teníamos claro menos tú que el puesto de fucker ya se le había otorgado a Julio Iglesias y que, en tu caso, el harén de mujeres se acogía al derecho de admisión cada vez que te veían venir guitarra en mano.

Y cuando pensaba que ya no cabía más desamor y enemistad con cupido en tu discografía… ¡Zas! ¡En toda la boca! Vuelves más maduro, con más tupé y por qué no decirlo, más buenorro o al menos en la caratula lo parece, para cagarte una vez más en tus malas experiencias amorosas. “Déjalo, nos hemos ya manchado bien el alma entera y lo peor es que seguimos presos de este odio intenso”. El resquemor se nota, se siente. Ubago está presente.

Estás hasta los huevos y, ojo, es comprensible. No tiene que ser fácil llevar 17 años siendo un loser del amor pero aquí tienes un hombro en el que llorar.

¡Fuerza Álex! ¡Tú puedes!

Oye, y quien sabe, igual al fin y al cabo, hacerte un Luis Fonsi y pasarte a los ritmos caribeños tampoco sea tan mala idea.

Ojalá tengas suerte.